Todo en la vida es marketing. Desde el momento en que nacemos, obligatoriamente, empezamos a vendernos. Nos construimos una imagen, una personalidad, un perfil, y salimos al mundo, con la esperanza de que alguien nos compre. No suena nada bien, pero es la realidad. Nadie va a saber quién eres si no se lo dices tú, nadie va a mirar dentro para saber que encierra esa cabecita, y ese amasijo de órganos. Así que, necesariamente, tenemos que contar con una buena estrategia, que consiga posicionarnos frente al resto. ¿Supervivencia? Sí, por supuesto. Pero, ¿vale todo para llegar a alcanzar nuestros propósitos? Claro que no, siempre ha de prevalecer la ética en todos nuestros actos, en nuestros pensamientos y en nuestras decisiones.
